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Tercer año que corro la San Silvestre
y la ilusión es la misma por correr esta carrera tan especial. Es
una motivación para quitarse la pereza del frío y del mal tiempo de
noviembre y del comienzo del invierno para salir a correr y esquivar
los excesos de celebraciones de las Navidades. Una tradición
navideña más que hace que tengas unos nervios especiales los días
antes y prepares con ilusión la camiseta y la equipación como quien
saca brillo a los zapatos la Noche de Reyes. Y con este entusiasmo me
calzo mis zapas, mi camiseta dorsal de un bonito azul celeste que
pega genial con la equipación de Opinarun que me pongo encima y
salgo camino del Santiago Bernabéu para acercarme a la linea de
salida. A diferencia de otros años, en esta edición al recoger la
camiseta no entregaban pulsera identificativa para entrar en el cajón
de salida correcto. Pensé que sería porque habían prescindido del
cajón NikeWoman para las mujeres corredoras y como no acredito
tiempo, pues simplemente me colocarían en el último cajón.
Mi sorpresa al llegar a la zona de
salida es que no hay control ninguno para acceder a los cajones,
otros años se accedía a ellos desde la calle San Juan de la Salle.
Esta vez, libremente ibas abriéndote paso entre la gente por Concha
Espina hasta el umbral de salida en la plaza de Sagrados Corazones.
También tengo la sensación de que hay más gente que otros años en
la salida, pero lo achaco a que estoy entrando por el final de la
calle y no por el lateral de forma más escalonada. Así que sin
darle más importancia, y con las ganas a echarme a correr y el
ambiente de fiesta que se vive gracias a la animación del
escenario, la música en directo y la adrenalina de la cuenta a
atrás, arranco la carrera zapateando la subida de Concha Espina.
Al comenzar a bajar por Serrano ya es
evidente que este año hay más gente, a pesar de ser unos kilómetros
cuesta abajo que otras veces se hacen rápidos, en esta ocasión la
sensación es de ir frenada sin poder correr del todo (dicho desde la
humildad de una que su ritmo es de 6 y pico el kilómetro). Lo peor
no es poder ir al ritmo que te pide el cuerpo y la emoción de la
carrera, con la música y el ánimo de la gente, sino que tienes que
ir concentrada en no llevarte por delante a nadie, estar al tanto de
otros runners que no se resignar a ir a un ritmo bajo y van
abriéndose paso de cualquier forma, dando algún empujón a su paso.
Cuando rebaso el kilómetro tres y ya se vislumbra, al fondo, la
Puerta de Alcalá, tomo conciencia de que la carrera va a ser así
todo el recorrido y me centro en disfrutar al menos de la iluminación
de navideña de las calles y disfrutar, a pesar de la aglomeración
de runners, de la bajada por Alcalá envuelta por el azul de sus
luces y el celeste de las camisetas que llenan la calle de todos los
corredores.
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Foto de Facebook de San Silvestre Vallecana |
La verdad es que este tramo es
precioso, a tus espaldas dejas la Puerta de Alcalá iluminada y de
frente tienes a la fuente de Cibeles con el edificio Metrópolis al
fondo que está de postal. Una pasada poder correr con Madrid así de
bonito, pero me sorprende ver a corredores que no dudan en pararse
para sacarse una foto en grupo, hacerse el selfie de turno o
retransmitir un 'storie' por Instagram...en fin, hay runners para
todo y estos en concreto, hacen que más de un par de veces tenga que
esquivarles para no tropezar.
No sé si es por lo bonito del Paseo
del Prado o porque los corredores vuelven a guardar sus móviles y
aligerar un poco la zancada, que este tramo se me hace más cómodo y
vamos más holgados, hasta que nos acercamos al kilómetro cinco.
Aquí se produce un efecto embudo que nos obliga casi parar y seguir
apenas trotando. El motivo: el paso por el umbral y la cámara de la
carrera que hay en el km5 y que todo el mundo echa el freno para dar
bien a cámara. El carril del Paseo del Prado se estrecha para que
las cámaras puedan captar la imagen del corredor con lo que el paso
por este punto se parece más a un 'buscar a Wally' que otra cosa.
Así que una vez pasado toca otra vez volver a intentar abrir un
hueco por donde coger de nuevo el ritmo, algo que a va ser complicado
porque por Atocha y avenida Ciudad de Barcelona la calzada no es tan
ancha. Para colmo, y para alegría de los más fans de la fotografía,
vuelve a ver otro punto de cámara en el kilómetro siete, así que
otra vez apiñamiento y a resignarse a pasar como ganado. Una pena,
porque es un tramo, el de la avenida Ciudad de Barcelona, que otros
años se hace muy agradable, el público está más cerca animándote,
es cuesta abajo y se disfruta un montón para coger con ganas los dos
últimos kilómetros de subida de la avenida de la Albufera. En esta
ocasión toca intentar saltar al carril izquierdo que parece que está
más vacío y aprovechar la holgura de la calle hasta el
estrechamiento de nuevo en el Puente de Vallecas.
Paradójicamente, y a pesar del
desnivel, el mejor momento para correr a gusto fue durante la subida
de la avenida de la Albufera. Supongo que la cuesta no se prestaba al
selfie y, aunque cansada y con esfuerzo, me dio la sensación de que
había más espacio para poder concentrarse en correr y no en
esquivar gente. Sin embargo, la alegría me dura poco, porque
quedaría lo peor en cuanto a apiñamiento runner: acabar la subida
de la Albufera, torcer por Sierra del Cadí y encontrar un tapón
monumental que te obliga a echar de repente el freno y andar (no ir
trotando, no, andar literalmente como si fueras de manifestación).
Cosas que pasan cuando metes a más de 40.000 personas (más las que
se cuelan sin dorsal), les sueltas a correr sin tener control de los
tiempos y ni organizas las salidas. Al final te toca acabar el último
kilómetro de la carrera con la frustración de no poder correr y la
sensación de que te tratan como ganado para que una organización y
patrocinadores hagan caja. Para más inri en los últimos metros,
está la habitual bifurcación para los corredores sin dorsal con el
fin de aligerar la meta y evitar apiñamientos: obviamente no sale
nadie por esta salida y todos nos vamos de cabeza a la melé final de
meta. Aquí vuelve, cómo no, de nuevo, el momento selfie para pasar
a la posteridad del postureo, volvemos a sacar móvil, a posar debajo
del umbral de meta y a pasar olímpicamente de la persona de
organización que no para de pedir no detenerse en meta y seguir
corriendo. Es la San Silvestre, hay ambiente de fiesta, el espíritu
es de celebración y aquí no hemos venido a correr, así que para
qué vamos a hacer caso.
Tras pasar la meta, la organización
para dejar el chip y recoger la bolsa de avituallamiento, creo que es
mejor que otros años porque se han puesto más pasillos y se han
sacado a los laterales, con lo que poco a poco se va disolviendo el
tapón de meta....pero, te lo vuelves a encontrar según te vas
acercando al metro. Imposible abrirse paso hacia la parada de
Portazgo por la cantidad de gente y me toca seguir andando para
intentar entrar en la parada siguiente. Otra experiencia nueva más,
porque esto tampoco me había pasado en anteriores ediciones. Yo, que
vivo en el barrio, desde que pasé por meta hasta que llegué a mi
casa, a dos paradas de metro, tardé casi tres cuartos de hora. Por
los pelos para llegar a la cena de Nochevieja.
Si otros años tras acabar la carrera
tenía claro que me apuntaría al año que viene, este, sin embargo,
viendo la experiencia, no lo tengo tan seguro. Ya veré si tras el
parón del verano, el mono del running me empuja a apuntarme a
primeros de septiembre con la ilusión de preparar la carrera y
continuar la tradición. Supongo que esperaré a ver cuántos
dorsales se tienen previstos vender, porque está claro que la
carrera con 42.000 inscritos y sin ningún tipo de control en los
cajones es verdaderamente incómoda de correr.
A pesar de todo lo dicho, y yendo sobre
aviso que correr a gusto no se va a correr, es una carrera que hay
que hacer al menos una vez en la vida: por el recorrido; por el buen
ambiente de fiesta; por cómo anima el público por las calles; por
ver Madrid desde primera hora de la tarde invadido de runners con la
ilusión y la alegría de correr una carrera especial; como plan
divertido para acabar la última tarde del año corriendo y con
energía y... porque, a pesar de todo y no tanto como otros años, no
hay mejor sensación que volver a casa con las endorfinas
revolucionadas tras correr la San Silvestre y ducharse rápido para
celebrar la Nochevieja.
Y a la organización me gustaría
pedirle que...
- Por favor vuelvan a poner el acceso a los cajones como estaba otros años para que la gente salga en orden según su tiempo. Aunque la gente pirateaba con pulseras y siempre se colaba gente fuera de su cajón, no era tan descarado como este año que ha sido el libre albedrío. Siempre ha sido una carrera masificada, pero lo de este año ha sido demasiado, si alguien que corre lento como yo le ha parecido incómodo, no quiero pensar los que tienen un tiempo de 50', que también he oído que les ha pasado lo mismo.
- Igual que controlan que no se cuele nadie en la carrera internacional durante todo el recorrido, tomen un poco más en serio lo de poner medidas para que no puedan echarse a correr gente que no se ha inscrito. Este año había niños corriendo, carritos, perros... y mucho público que busca sacarse la foto con Madrid iluminado y poco más.
- Si pagas 23€ por inscribirte a la carrera por lo menos quiero poder correr. Yo no espero una camiseta megatrónica de Nike, ni que me den una bolsa del corredor con jamón ibérico, quiero correr a gusto. Sé que es una carrera que no debe ser barata de organizar, lo de los escenarios a la salida, animación durante el recorrido, seguridad y gestionar a tantos corredores no es fácil, pero si se quiere ofrecer una experiencia de running, no se puede descuidar el tema de correr, independientemente de que mole mucho ir con música y djs por el recorrido.
Fecha: Domingo 31 de diciembre de 2017
Hora: 18:15Distancia: 10 kilómetrosTiempo: 1h11'39''Media: 7'10''Bolsa del corredor: Camiseta, braga-bufandaClima: Lluvia leve
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